“Volver a ver”: Una aproximación a lo que no conocemos
- D'yanira Moscoso
- 8 nov 2019
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 10 nov 2019
Por D'yanira Moscoso
El país no termina de comprender qué pasó en la guerra interna de los años 80. La violencia por parte de Sendero Luminoso y los excesos del Estado no han sido esclarecidos hasta el día de hoy. La Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), aunque intentó explicarlo, no es más que solo una aproximación frente a la magnitud de la terrible época de violencia en Perú y, principalmente, en Ayacucho. Este documental, dirigido por Judith Vélez, es una invitación abierta a conocer un poco más sobre las comunidades más remotas de Ayacucho, comunidades casi invisibles, abandonadas y maginadas. Siendo este el hilo conductor, el largo gira en torno al viaje de tres fotoperiodistas: Vera Lentz, Alejandro Balaguer y Óscar Medrano; a reencontrarse con los personajes de sus más potentes fotografías.
Desde el Informe Final de la CVR en el 2003, muchos quedamos “satisfechos” con el resultado. Prueba de ello es que nadie quiere hablar de la época de violencia. En casa, en el colegio, en la universidad, en las calles. En todos lados estaba casi prohibido hablar del pasado. En el imaginario colectivo, casi se había convertido en una regla obligatoria no hablar sobre ello. Y si lo hacías, te callaban, te “terruqueaban” o te reprimían. Innumerables han sido las veces en que con solo mencionar el tema en la mesa, mientras tomaba lonche con mi familia, me decían “ya para qué hablar de eso si ya pasó”. ¿Por qué ya no queremos hablar de eso? Sé que todo ser humano quiere ocultar su pasado vergonzoso y doloroso, es cierto. Sé que todo ser humano no quiere volver a abrir una herida. Y también sé que existe una idea de “ya pasó, sigue adelante”. Pero, ¿hemos dejado de hablar solo por eso? ¿Por vergüenza? ¿Porque nos duele recordarlo? ¿Porque queremos seguir adelante? Incluso, seguramente, reflexionar sobre ello, hasta suena cliché, molesta y cansa, ¿no? Hablar sobre ello no es abrir heridas, sino reconocer que hay un tema estructural que debemos reescribir.
Eso explicaría por qué, como cuenta Vélez, hace más de 30 años que cero periodistas, cero peruanos en general, cero estatales y/o cero extranjeros; hayan pasado por las comunidades de Cochas, Acosvinchos y Huaychao en Ayacucho. Solo tres fotoperiodistas pisaron sus tierras en plena guerra armada. Ayacucho fue punto de encuentro y desarrollo de Sendero Luminoso. Y, por qué no, del Estado. Este extraordinario y muy emotivo documental muestra la personalidad no sumisa, no débil, no azotada e indefensa de Ayacucho. Vélez nos muestra un Ayacucho fuerte, estratégico, valiente y con un fuerte deseo de resistencia. Eso que no nos lo cuenta la CVR, ni las noticias, ni el Estado. El cine se ha visto en la obligación de explorar estos temas, casi por necesidad. Porque cuando uno deja de hablar de algo, con el tiempo, deja de existir.
Después de 30 años, Ayacucho tiene muchas ganas de compartir, de hablar, de hacerse escuchar. “En los pueblos, (los comuneros) me paraban y me decían ‘yo también tengo una historia que contar’”, confesó Vélez. Son personas que no dejarán su historia en libros, documentos, ni siquiera en algún álbum de fotos porque para ellos no existe. Este documental, si bien es una catarsis de esos pueblos que quedaron en el olvido; es, más bien, un registro de quienes nunca tuvieron voz. Es un baldazo de agua fría para quienes teníamos la idea equivocada de que todo el mundo les pasaba por encima. Lejos de la verdadera realidad.

Ayacucho, siento un departamento centro de combate, el más golpeado, supo organizarse y defenderse como pudieron. Ahora, ellos pueden hablar. Por fin pueden hablar. Por fin podemos conocerlos. Con el tiempo, hemos trazado una brecha que nos ha mantenido aislados de esa parte del Perú, pero tenemos que conocerlo. Lo que hicieron ellos es material de orgullo. Como dijo Balaguer: “Es para decir: mírenos, antes estábamos en el infierno y ahora estamos acá”.
Conmovedor y desgarrador. Con una rica estética visual, la cámara que persigue a los fotoperiodistas en su reencuentro, nos enseña los puntos clave para ilustrar cómo vivían y para entender cómo se organizaban. A los demás, nos queda (como tarea) conocer esta parte de la historia. Aunque, con mucha pena, la triste realidad le ha dado solo dos salas para su estreno nacional. Casos como estos, son el mejor ejemplo para resaltar la necesidad de una nueva Ley de Cine que no solo incentive producción y financiamiento, sino que solucione este eterno problema de exhibición en salas comerciales.
Lo que nos queda a quienes amamos, hacemos y consumimos cine (y a los que no también); es seguir proliferando el estreno de la película “Volver a ver” desde nuestras computadoras, celulares, boca a boca y en las calles. Así como sucedió con “La revolución y la tierra”: pidamos, exijamos y reclamemos más salas para esta joya. Solo así, más peruanos podremos “Volver a ver”.
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