"Punk Rock": (No) es solo un chiste
- Adrián Huamán Araujo
- 18 sept 2019
- 3 Min. de lectura

El montaje de “Punk Rock” (obra escrita por el dramaturgo inglés Simon Stephens) se desarrolla en una escuela, pero todo lo que vemos en el escenario son rejas. Entre ellas, los siete personajes de esta historia se han visto limitados a ser casi un cliché. Durante la primera parte de la obra, somos llevados a creer que esto se parece a la historia adolescente en la que congenias con el “rarito menos rarito” y lo acompañas en su viaje ansioso por ganarse a la “chica nueva”, mientras lidia con el “bully” y el “atleta” y las “chicas básicas”. Pero para cuando el final se desenvuelve en toda su magnitud, cruda y violenta, ya hemos conocido otras caras de los antifaces: debajo de los adolescentes descontrolados emergen frustraciones, incapacidad de auto aceptación, ausencia de límites, heridas físicas (a veces autoinflingidas). Para el final es posible que incluso hayas recordado algún momento incómodo de tu secundaria, algún golpe o insulto, que quiso ser desmerecido con una sonrisita cachosa y una frase que se vuelve una letanía insoportable: “es solo un chiste”.

Porque parece que nadie es capaz de afrontar con dos gramos de seriedad las inquietudes que los aquejan, las ansiedades de cada día en un momento de incertidumbre como hallarte en el último año de colegio. Cada personaje cuenta con un mundo interior que se ve limitado por las reglas mismas que la convivencia de colegio exige. Un reflejo de la sociedad a la que estos alumnos van a salir, podría decirse: una en que existe el parámetro de que algunos mandan y otros obedecen, de que se aspira a una hegemonía (a ser un chibolo/a social, heterosexual, que se divierte a costa de otros, sin que importen las reglas) y que a la diferencia (quienes, a pesar de la presión y la falta de fe en el futuro, se esmeran en ser amables, en seguir aprendiendo o en que al menos no los jodan tanto) se la castiga con la burla, la confusión y acaban siendo parte del eventual estallido de violencia, de esa que se ha vuelto tan común en noticias alrededor del mundo.
La manera en que se está vendiendo “Punk Rock” no es reflejo del viaje de emoción y complicidad que significa la puesta en escena. No es solo “una obra sobre bullying” o “una historia de adolescentes”, sino es un clamor desaforado sobre cómo el sistema educativo puede reducir y conflictuar tanto a un grupo de estudiantes, cómo una institución que debería formar para enfrentar el mundo no es más que la primera cárcel, la primera jungla salvaje donde hay que sobrevivir al otro (o destruirlo). Y es más aterrador todavía por lo cercana que puede ponerse la historia, porque estos alumnos pueden hacerte acordar a tus compañeros de promoción al menos por un par de segundos, y porque puedes identificarte con uno y con otro por diferentes motivos. Ya sea por la aparente seguridad de Lili (Lilian Schiappa-Pietra), los conflictos de identidad de Bennett (Alonso García), las respuestas que se guarda Tanya (Laura Adrianzén), la buena fe parpadeante de Nicholas (Mario Cortijo), la ansiedad traviesa de Cici (Mónica Ross), la crisis desoladora de Will (Bruno Espejo) o el grito desesperanzado, violento de Chadwick (Miguel Dávalos), burlado y cubierto de pintalabios. Siete actores y actrices que conforman un gran elenco que no cojea ni en los momentos más oscuros de esta historia y mantienen a los espectadores en vilo hasta el último monólogo. Un gran texto que construye un ecosistema escolar que resulta siendo escalofriante.

Esta obra dirigida por Jorge Robinet vas hasta el 29 de setiembre en el Centro Cultural de la Universidad de Lima (jueves a sábado 8:30pm y domingos a las 7pm) y las entradas están a la venta en Teleticket.
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