"Patrón Leal": El Perú que seguimos Siendo
- Adrián Huamán Araujo
- 25 sept 2019
- 4 Min. de lectura

El dramaturgo Alfonso Santisteban se unió al proyecto cuando ya estaba en conversaciones entre el director Jorge Villanueva y el actor Luis Peirano (jefe del Departamento Académico de Artes Escénicas PUCP y ex ministro de Cultura), quien regresaría a las tablas después de décadas de labor en otras canchas. La idea: tomar una tragedia de Shakespeare y contextualizarla en algún momento de la historia de nuestro país. Tras meses de discusión, dramaturgia y ensayo, el jueves pasado se estrenó en el Centro Cultural PUCP “Patrón Leal”, una versión del clásico “Rey Lear”, protagonizada por Peirano y un excelente elenco entre los que destacan Urpi Gibbons, Marcello Rivera y Pold Gastello.

“Decidí contextualizar la historia en el gamonalismo de los años 1920 porque nos daba el espacio para transformar al rey en un hacendado con un poder inmenso”, comenta Santisteban, quien además de adaptar la obra, actúa en ella como otro padre traicionado por parte de su prole. “He incluido también las revoluciones campesinas que empezaron alrededor de esos años y el choque de la modernidad con lo tradicional: lo ves en las hijas cosmopolitas del protagonista, quienes solo sueñan con Europa y ven al Perú como un lugar donde se extrae materia prima y nada más.”
El patrón Leal (Luis Peirano) es dueño absoluto de “La Patriota”, una inmensa hacienda repleta de riqueza natural que ha decidido dividir entre sus tres hijas el día de su cumpleaños número 80 para dejar de lado sus obligaciones. Pero este hombre poderoso, a pesar de parecer respetuoso y condescendiente con sus súbditos, está obsesionado con la adulación. Es por eso que cuando la tercera de sus hijas (Karina Jordán) se niega a regalarle vacías palabras de afecto (a diferencia de las mayores, Urpi Gibbons y Katiuska Valencia), es exiliada de la hacienda y negada por su padre con crueldad. Así empieza el descenso del protagonista a la locura, a medida que va dándose cuenta del error de haber creído en las mentiras de sus hijas mayores (y confiar que sus maridos, el abogado y el hombre de negocios, son la mejor opción para que la hacienda no deje de producir).

El vestuario, la escenografía y la música nos trasladan efectivamente a esta historia sobre el ocaso del poder. Pero la adaptación también ha sabido incluir temas nacionales que, quién lo diría, casi cien años después siguen siendo igual de vigentes y discutibles: la confrontación entre los estándares de la ciudad y del campo, o entre la mezquindad y la inclusión, el racismo hacia el campesino y cómo está “mejor borracho que triste”, la obsesión con la riqueza material y la vida en el extranjero (Gibbons describe a su personaje como una mujer “alienada”), las diferencias ideológicas que surgen no solo de la clase social sino también del acceso a educación e, incluso, el resentimiento crudo que pueden generar estas inequidades en una nación.
Este sentimiento es muy palpable en el hijo ilegítimo de la historia, Edmund, quien en la adaptación ha estudiado agronomía en la universidad y regresa a la hacienda con intención de armar una revuelta por lo bajo, engañando y sin que le importe quiénes caigan en su camino hacia el poder y el reconocimiento que se le ha negado por no ser hijo de matrimonio. Marcello Rivera, quien confiesa divertirse mucho buscando la complicidad del público en sus textos, menciona también que alguien sin escrúpulos como este personaje es incapaz de notar el daño que hace por salir adelante. “Los niveles sociales de nuestro país están tan arraigados en nuestra cultura y nuestras raíces, que hoy en día aún existan los ‘patrones’ y personajes como Edmund que se sienten tan aplastados que quieren salir adelante a costa de lo que sea”.

Pero entre todas las traiciones y las medias verdades, personajes como Cordelia, la hija menor, y el alcalde Sulca (Pold Gastello) representan la lealtad, un amor y respeto honesto que deben ocultarse para proteger de cerca al hombre que, a pesar de todas sus falencias, llevó cierto orden y prosperidad a la hacienda que ha dirigido por años. “Sí es verdad que la gente leal no suele recibir lo mismo a cambio, pero creo que también uno no debería hacer las cosas por lo que va a recibir”, comenta Gastello. Tal vez es este pensar en lo que se obtendrá lo que impide que hagamos acciones concretas para mejorar las taras sociales que ya conocemos. “En algún momento sentimos que las cosas pueden revertirse o cambiar, pero nadie tiene la decisión de hacer un cambio radical. Hemos visto en la política a muchas personas que se pintan como defensoras de los pobres, pero en cuanto cambian de estatus, tienen plata y poder, de pronto empiezan a suavizar su discurso y a hacer exactamente lo mismo que criticaban”, concluye.

Como cualquier tragedia shakesperiana, esta historia no termina bien. Concluye con un statu quo opresor que se renueva, que convierte a los jóvenes idealistas y ansiosos del cambio en invitados nuevos para la mesa de la repartija, entre whiskys y billetes. Como si ninguna de las muertes hubiera servido para aprender algo y cambiar. El futuro incierto de “La Patriota” hace eco del futuro incierto del Perú, como hacen eco de nosotros mismos todos los personajes y situaciones que vivimos a lo largo de este montaje de dos actos. Alfonso Santisteban hace hincapié en que su dramaturgia siempre se interesa poner el tema del Perú como reflexión: “damos muchas cosas por sentadas sobre nuestra identidad en vez de reflexionar más”. Y Marcello Rivera complementa que, para forjar nuestros futuros necesitamos una revisión constante de quiénes somos, qué queremos, a dónde vamos y cómo lo haremos. “El teatro sirve para evidenciar el comportamiento humano, para que el espectador pueda conectar y decidir si lo que ve en escena es correcto y es lo que quiere hacer con su vida”.
Parte del elenco y el director Jorge Villanueva te invitan a ver la obra:
"Patrón Leal" está en temporada en el Centro Cultural de la Universidad Católica hasta el 9 de diciembre. Las entradas están a la venta en Teleticket y en la boletería del teatro.
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