23 Festival de Cine de Lima: 6 Recomendaciones
- itineranteweb
- 3 sept 2019
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El 23 FCL nos dejó muy buenas películas y algunos sinsabores.
La selecciones de Competencia han sido una grata sorpresa. Este año, además, se dio prioridad a las Óperas Primas, abriendo así una ventana muy necesaria para dar a conocer cineastas jóvenes y emergentes en América Latina. Gran parte de las historias han girado en torno a las mujeres (directoras, protagonistas o productoras), un hecho que aplaudimos ante los pocos espacios que poseen y la constante ausencia de ellas en el Cine Latino. Por otro lado, es necesario mencionar el homenaje al Grupo Chaski (responsable de las clásicas "Gregorio" y "Juliana", pilares de la cinematografía nacional), el Foco Claire Denis (gran cineasta francesa que lamentablemente no pudo asistir) y a Jorge Sanjinés (director Boliviano inmerso en el cine revolucionario). Nos alegran estas iniciativas, así como la Muestra Itinerante, que lleva cine a casi todo el país.
Sin embargo, hay temas de urgencia en el Festival. En primer lugar, el precio de las entradas fue excesivo (¿es parte del acuerdo con Cineplanet?), triplicando en algunos casos el precio de algunos de los más importantes Festivales de la región (BAFICI en Buenos Aires o FICG en Guadalajara). ¿Podrá llamarse "Festival de Cine de Lima" si siguen centralizándose las funciones al público de siempre entre Miraflores y San Isidro? ¿Se trata solo de apelar a una audiencia segura para evitar pérdidas monetarias? Las preguntas podrían seguir dependiendo del punto de vista, ya que la idea de cuestionar esto es la posibilidad de repensar el alcance que las películas en competencia podrían tener a futuro. Por otro lado, sorprende (aunque a estas alturas no tanto) la tardía respuesta del FCL ante la actriz nacional Pamela Mendoza Arpi ("Canción sin Nombre"), quien denunció un acto de violencia via Facebook en una de las funciones de su propia película. No debería permitirse (o, en todo caso, dejarse de sancionar) un acto de este tipo, menos aún en un espacio dedicado al intercambio cultural.
Por lo demás, se trató de una gran edición del Festival. Es por eso que, de entre las 29 películas vistas, compartimos en esta nota 6 que nos dejaron fascinados (el orden presentado no indica preferencia).

La Vida Invisible de Eurídice Gusmão (Karim Aïnouz)
por Diego Zea

Este es un melodrama brasileño que narra la vida de dos hermanas envueltas en una desgarradora y trágica película de antaño, pero que fácilmente podría adecuarse a la actualidad. Y es precisamente esa sensación de estar frente a una historia atemporal lo que nos conmueve y posteriormente nos llena de ira.
Somos testigos de la relación jovial y libre de dos hermanas en un Brasil de los 50 completamente masculino. Eurídice y Guida son lo más cercanas que pueden ser, viviendo junto a su padre panadero y una madre completamente sumisa, entregada del todo al mandato patriarcal. Guida (irreverente como ella sola) se enamora de un marinero, huye con él, pero al poco tiempo retorna embarazada para toparse con un padre que la odia, desprecia y una madre que solo guarda silencio. Eurídice (como buena niña bien) se casó y vive con su marido, cree que su hermana sigue en Europa junto a su marinero. Ambas pasarán la vida tratando de encontrarse con desesperación frente a una sociedad dominada por hombres que borran sueños, deseos e incluso identidades. Un tributo a aquellas mujeres invisibles.
Canción sin Nombre (Melina León)
por Adrián Huamán Araujo

La mejor manera de describir la ópera prima de Melina León es como un viaje en el tiempo. Empieza con un televisor en blanco y negro que te transporta al Perú de 1988, a un país en crisis. La protagonista es Georgina: una migrante ayacuchana asentada a las afueras de una Lima fantasmagórica, a la espera de la bebé que ha engendrado con su esposo, un danzante de tijeras. Todo se desencadena por un anuncio radial: una clínica ofreciendo atención gratuita a gestantes. Lo que no se anunciaba era que el pago era con el recién nacido.
La búsqueda de la bebé por parte de Georgina, su esposo y un periodista enamoradizo del diario La Reforma es un viaje que a ratos resulta altisonante, desgarrador: no debe haber peor frustración que la de tocar puertas para nunca recibir respuesta, o regresar a casa hechos una sombra tras un día de búsqueda infructuosa de justicia. Una clara denuncia a un sistema judicial al que no le basta ser ineficiente, sino que además discrimina. Un homenaje al buen periodismo y su búsqueda de denunciar injusticias, reivindicar a los silenciados de la sociedad. Cualquiera que la compare con “Roma” por el embarazo y el blanco y negro, necesita chequearse.
High Life (Claire Denis)
por Diego Zea

Desde Chocolate hasta Un Bello Sol Interior, Claire Denis ha explorado y se ha aventurado por distintos géneros sin tropezar nunca. Con esta película aborda la ciencia ficción y nos lleva a través del espacio, la atemporalidad y la soledad.
Se puede creer que las películas sobre viajes espaciales están dominados únicamente por Hollywood, que los films indies no deberían tener grandes pretensiones debido al limitado presupuesto, pero la directora le da la vuelta a esa idea con sencillez. Le bastó encerrar en una “caja” a un grupo de inadaptados junto al personaje dulce, sombrío y extraño de Juliette Binoche. A lo largo de su metraje, la película explora sus relaciones tratando de sobrevivir a la soledad espacial. Robert Pattinson prueba una vez más que desde hace mucho es uno de los actores que mejor escoge sus películas. El año pasado nos regaló una fabulosa performance en A Good Time y aquí nos brinda un personaje lleno de matices que nos regala un gran número de interrogantes sin respuesta en el vacío estelar.
Divino Amor (Gabriel Mascaro)
por Adrián Huamán Araujo

La guía de esta historia es la voz de una niña. Ella te cuenta que es 2027, que la fiesta más importante de Brasil ya no es el Carnaval sino la celebración del Amor Supremo: un tonazo con fuegos artificiales, DJs en vivo, todo promovido por un nuevo estado en el que, técnicamente, la religión y la familia han triunfado. Puedes confesarte con tu pastor de turno como si pasar por un drive-thru McDonald’s se tratara y las entradas a edificios tienen un sensor que revela el estado civil de quien pasa: situaciones completamente creíbles en una sociedad automatizada y de un creciente conservadurismo.
Joana, la protagonista, no es una luchadora social o una rebelde: nos ofrece un punto de vista poco usual ya que es una funcionaria burocrática que se desvive por salvar parejas que buscan divorciarse. Los acerca a su iglesia, la del Divino Amor, donde todo vale (t o d o) para revivir la pasión conyugal. Y ella cree con tanta convicción que uno no puede evitar empatizar, sobre todo cuando comprendemos que la obsesión que la carcome es no haber podido concebir un hijo, el fruto indiscutible del amor, con su esposo. Las luces de neón están presentes desde los fascinantes créditos iniciales, luciendo el valor comercial y erótico de la fe en este universo. Una película transgresora, sexual, con un atisbo de ácida parábola irrevente.
La Bronca (Daniel y Diego Vega)
por Diego Zea

A inicios de los 90, Roberto, un joven de 18 años, es arrancado de un Perú lleno de violencia que arrastra hasta Montreal. Ahí se reencuentra con su padre Bob, un inmigrante que ya cuenta una nueva familia canadiense. Pese a todo el tiempo que lleva viviendo Bob en el extranjero, muchas de sus “actitudes” criollas parecen no haber desaparecido: es un hombre lleno de ese machismo que aun prolifera en nuestros tiempos y que parece estar incrustado en nuestra carne. A lo largo de las escenas, Roberto se convierte en un espectador silencioso, el hijo odiado que ha convertido la violencia en su único lenguaje.
Los hermanos Vega construyen un relato lleno de ira contenida que se respira minuto a minuto en su tercer largometraje, una película cargada de un potente espíritu masculino. Y aunque la actuación de los tres personajes principales es increíble, Jorge Guerra es una revelación como el protagonista: cada silencio, cada mirada y, sobre todo, el descontrol genuino en el desenlace de esta historia.
Vardá by Agnes (Agnes Vardá)
por Diego Zea

¿Qué hay detrás de la última película de la legendaria Agnes Vardá? Pues observamos a la directora francesa que vivió la evolución del cine y sobrevivió el paso del celuloide al digital. Su paso de ser una cineasta como muchas a transformarse en una artista completa.
Este fácilmente podría ser un masterclass introductorio de una directora que amó el cine hasta el último segundo de su existencia. Un testamento a la búsqueda de Agnes por belleza en las cosas más sencillas, retratando todo lo que sucede a su alrededor, aquellas personas del día a día, a las cuales estima y por quienes siente un enorme respeto. Sin embargo, no teme hablar abiertamente de la condición económica del cine y de cómo el dinero también influye en la labor de un cineasta, un tema que pocos directores alrededor del mundo se atreven si quiera a mencionar. La despedida de una mujer valiente y visionaria.
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