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143 SAHARA STREET

  • Diego Zea
  • 13 dic 2019
  • 2 Min. de lectura

Transcinema, que en su VII edición tiene como slogan “Un nuevo cine es posible”, nos acerca a diversas perspectivas, como la del joven cineasta argelino Hassen Ferhani, que en su más reciente documental, narra la particular historia de Malika, quien en medio del desierto del Sahara ofrece huevos, cigarrillos y té a los incontables viajeros errantes que se detienen a descansar en su pequeño espacio. Sin embargo, se enfrenta a la construcción de una estación de servicio al lado, que pone en riesgo su único medio de supervivencia.

Ferhadi nos presenta el retrato íntimo de una mujer y su casa de té en medio de la carretera que habla de la necesidad de familiaridad e interacción humana en un planeta que cambia con frente a sus ojos. La constante mutación del mundo que Malika observa a través de la puerta de su pequeño negocio parece llegarle únicamente con la interacción de sus múltiples visitantes. Ella en su particular aislamiento lo observa todo a través de los relatos de peculiares clientes.

Pese a que su espacio no es particularmente ostentoso ( un minúsculo rectángulo blanco en medio del desierto ), parece que sus clientes se sienten enormemente atraídos por lo acogedora que resulta Malika, quien habita ahí desde 1994, momento desde el cual se alejó por completo de su familia. Tampoco siente aprecio por su pueblo, quien la calificó de inmoral por únicamente ser una mujer solitaria.


Múltiples aspectos culturales y sociales de la región suelen aflorar en medio de las charlas: el rol tan importante que ocupa la religión, ya que consideran a “Alá” como causa y consecuencia de absolutamente todo, en parte para no sentir culpa ni rencor (en medio de un terreno baldío donde han sido muchas veces víctimas y victimarios ) y en parte también por su inmenso terror a la incertidumbre. El rol de la mujer en un entorno conservador, pese a que Malika y su forma de vivir resulta “diferente” para los demás, ella asocia comportamientos liberales directamente con actitudes masculinas, la llegada de una solitaria motociclista polaca es un ejemplo de ello, Malika menciona : “Tiene rostro de hombre, peinado de hombre y vive como hombre, tiene que ser un hombre”. Esto se repetirá también en las voces masculinas que la visitan con la constante pregunta “¿Tienes hijos, eres casada?” . Mientras la cámara observa de manera estática a Malika interactuando con sus clientes , al lado de su propiedad se inicia la construcción de una estación de servicio y un restaurante. Las diferencias de tamaño son abismales entre la construcción de la solitaria mujer y un gigante anónimo y ostentoso pero carente de alma, símbolo inequívoco del capitalismo más cruel que pretende acabar con el único medio de sostén de la protagonista.

Los estragos que hacen el tiempo en un mundo que parece cambiar mucho más rápido sin importarles de que a algunos sectores de la sociedad les cueste adaptarse, dejándolos en el desamparo. Malika ,pese a esto resiste con firmeza.

 
 
 

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